El ser humano no acepta sus propias expectativas
Vamos a hablar del perfeccionismo y de nuestras expectativas como especie
Antes de empezar, tengo otro anuncio que me hace especial ilusión: ¡nos vemos en Málaga!
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Ya tenemos cerrado el planning de la mañana, y pinta potente:Cómo crecer con contenido sin quemarte, con Desirée Llamas
Maternidad y emprendimiento sin perder el foco, con el equipo de Psigue Psicología y ElevaMaternidad
Nuevas estrategias de negocio para psicólogas, con Beatriz de Ureta
Y la grabación en directo de VálidaMente, con Nacho y conmigo
Por la tarde nos quedamos de sobremesa con catering y espacio para charlar, compartir dudas, ideas... y todo lo que surja. Hasta que nos echen.
⏱️De 10:00 am hasta las 18:30 pm (o lo que veamos).
📍 Callejones del Perchel, 8 – Impact Hub Málaga
💸 40€ (comida incluida)
🎟️ Sólo 50 plazas (ya quedan menos)
Te dejo el botoncito para apuntarte por aquí:
Tus expectativas de la vida
Hace un tiempo me hablaron de Žižek, un filósofo esloveno que dice algo así:
“Lo verdaderamente aterrador no es la contaminación, sino que eso es la naturaleza humana. El apocalipsis no está por venir: ya estamos viviendo dentro de él.”
Y esto lo acompaña del pensamiento sobre que la naturaleza, tal como la concebimos (verde y armónica), es pura fantasía. Él critica esa imagen romántica y dice que lo verdaderamente “natural” para el ser humano contemporáneo es el entorno artificial que ha creado: ciudades, autopistas, cables, basura, contaminación.
Es decir, que el ser humano tiene que convivir con una expectativa mucho más verde de la naturaleza de lo que realmente nos corresponde. Como si una araña naciera creyendo que el mundo debería estar libre de telarañas.
Estas reflexiones son muy controvertidas y estoy seguro de que muchas personas que me leen creerán que al final somos animales y que la naturaleza que nos corresponde es otra mucho menos artificial y, como decía arriba, más verde.
Sin embargo, si miramos nuestra experiencia, esta dice lo contrario (aunque no nos venga bien). Nuestra inercia como especie nos lleva a acabar viviendo entre muros, mirando pantallas y recorriendo carreteras. Lo raro es que alguien pueda vivir en la naturaleza más verde… lo raro es que yo pueda ver árboles desde mi ventana.
Lo que trato de explicar es que, aunque muchas personas deseen vivir rodeadas de árboles y alejadas del “urbanismo”, la naturaleza de nuestra civilización acaba llevándolas a vivir de otra manera, ya sea por motivos profesionales o personales. Y eso, tarde o temprano, acaba frustrándonos.
Lo queremos todo sin renunciar a nada
Nuestra mente perfeccionista lo quiere todo. Quiere vivir rodeada de árboles, pero también tener cerca el transporte público, el ocio, los supermercados, centros de salud, gimnasio...
No sé tú, pero cuando yo jugaba a Los Sims, cuanto más construía, menos espacio quedaba para los árboles. Y aun así, los quería. Muchos árboles.
No puedes vivir con todas las “comodidades” en mitad del campo. Ojalá fuera así, pero no se puede.
Del mismo modo que tampoco puedes hacer crecer un proyecto o negocio teniendo todo el tiempo libre que desearías.
Sin embargo, desde que abrimos los ojos por la mañana, estamos expuestos en redes a un sinfín de cosas que queremos. Un montón de estilos de vida idílicos. ¿Idílicos?
Seguro que ni siquiera elegirías uno solo. Porque esa persona que se levanta temprano para entrenar tiene que competir con la que se levanta y medita.
Pero tú quieres ser ambas. Quieres ser quien hace burpees, pero también quien medita en silencio.
Y luego, claro, también querrás ser la que hace journaling mientras se prepara un café en una de esas máquinas de barista profesional.
Oye, pero también hay que trabajar. ¿No querrás ser esa persona que se levanta motivada, con un objetivo claro en la cabeza, y lo ejecuta sin distracciones?
O mejor aún, ¿no te encantaría ser quien se despierta y se va directa a la playa a desayunar en un chiringuito?
Pues ahora intenta meter todas esas vidas en una sola agenda, a ver si puedes.
Y eso que todavía no he hablado de lo que realmente te toca hacer por las mañanas...
La maldita aceptación
A veces hago un ejercicio en consulta que consiste en apuntar, en una hoja, una emoción que no queremos sentir y, al otro lado, aquello que nos estamos perdiendo por tratar de evitarla.
Por ejemplo: aunque te encantaría no sentir miedo al error, quizá la única manera de hacer cosas que te importan, que te ponen a prueba y te hacen crecer, sea precisamente sintiendo ese miedo a fracasar.
Si aplico este mismo ejercicio a todo lo relacionado con el deseo de vivir en la naturaleza, podría escribir en un lado de la hoja:
“Sensación de pérdida de tiempo por desplazamientos en coche demasiado largos” y al otro lado: “Vivir en las afueras de la ciudad”.
Otro ejemplo:
“Sensación de pérdida de tiempo por hacer las cosas más despacio”↔ “Mayor contacto con el momento presente”.
¿Uno más?
“Sensación de no estar haciendo lo suficiente (o de ser insuficiente)” ↔ “Sacar tiempo libre para disfrutar de pequeños placeres”.
¿Y otro? “Sentirse una persona horrible y fracasada (imperfecta)” ↔ “Estar presente con las personas y situaciones que dan sentido a tu vida”.
A veces tendremos que dejar a un lado nuestras expectativas y atrevernos a sentir el malestar de no cumplirlas, si de verdad queremos acercarnos a lo que importa.
Y ojalá toda nuestra civilización pudiera entender esto como especie... pero, si no es así, te invito a formar parte de la resistencia. 💪
Qué genuino post. Y qué importante contraponer las circunstancias. A veces no es que lo queramos todo, es que las cosas se ponen difíciles. Viví en un pueblo durante 9 años si apenas acceso a la sanidad pública y con muy mal transporte... es difícil... aunque sí, la ausencia de contaminación y masificación me tenían Santa de constipados. 😉