Antes de empezar, recuerda que este sábado tenemos un evento muy guay para psicólogos y psicólogas que andan montándoselo por su cuenta.
Estamos volcando toda la información en nuestra cuenta de Instagram: aquí la ves.
Y si lo tienes claro, ya sabes, el sábado 28 de junio desde las 10:00 am tendremos nuestras mesas para hablar de maternidad, creación de contenido, estrategias de negocio y grabaremos el podcast en directo. Además, tendremos almuerzo y networking donde seguro que conoces a gente estupenda. Nosotros no sacamos ni un euro de esta experiencia, pero es de las cosas que más nos apetecía hacer este año. Aquí te dejo el enlace. :)
Seguro que durante la jornada hablaremos de IA y de automatizaciones que de verdad nos ayudan a hacer mejor las cosas.
Hoy, por ejemplo, he dedicado unos minutos a conectar mi newsletter con ChatGPT para que me ayude a tener más coherencia entre las ediciones y me sirva para referenciar unas con otras. De esta manera, cuando escriba sobre algo, podré preguntarle a la IA por ediciones relacionadas con lo que ya he escrito y dejar que me ayude a escarbar entre mis notas.
Pero, justamente mientras hacía todo esto, pensaba que la edición de hoy era todo lo contrario a lo que estaba haciendo.
Hoy quería hablar de “no hacer nada”.
¿No hacer nada?
Recuerdo cuando recibí mi primera clase de mindfulness allá por 2014 y nos dijeron que esto iba de “no hacer nada”…
¿Cómo no voy a hacer nada? Si siempre estamos haciendo algo, aunque sea pensando.
Y en parte es cierto: eso de “no hacer nada” hay que matizarlo un poco.
A mí me gusta más decir que esto va de no implicarse con nada.
Porque la forma en la que normalmente vivimos tiene más que ver con estar enredados en el hacer, sin prestarnos mucha atención. No hablo tanto de hacer cosas productivas: hacer dumb scrolling (eso de deslizar por el feed casi sin ver nada del todo) también es una forma de estar haciendo algo. O, al menos, de tener la sensación de que estamos haciendo algo.
De verdad, qué complicados somos.
Pero es que es más difícil no implicarse que implicarse con la experiencia. Es más difícil mantener una actitud observadora ante las circunstancias. Es más difícil responder que reaccionar…
Responder y reaccionar
Contemplar no significa quedarnos parados. Significa crear un espacio antes de actuar.
Hay un concepto japonés llamado 間 (Ma) que, aunque no tiene una traducción directa en nuestro idioma, hace referencia al espacio entre cosas, tanto físicas como temporales. Un espacio que, según esta tradición, debería ser cultivado para dar más valor al silencio, a la pausa y a la contemplación.
En la Terapia de Aceptación y Compromiso hablamos del Yo Observador como esa parte de nosotros que es consciente de lo que ocurre, sin implicarse ni identificarse con nada.
Si me pongo purista, diría que todo estímulo genera una respuesta y blablablá, pero la respuesta que buscamos es muy distinta a la habitual. Muy distinta a la que tenemos condicionada por toda nuestra historia de aprendizaje.
Buscamos una respuesta que tiene más que ver con observar que con hacer y, después de eso, tal vez decidamos actuar.
Y digo responder y no reaccionar, porque cuando reaccionamos lo hacemos sin mucha consciencia, de forma automática. Y tampoco está mal: reaccionar es muy útil… extremadamente útil.
Es lo que Daniel Kahneman llamaría el Sistema 1 de pensamiento: ese que ya está muy entrenado y que sirve para ahorrarnos energía y tiempo. Ese que también puede llevarnos a cometer errores de vez en cuando…
No podemos observar sin aprender
Aristóteles decía que el fin último del ser humano era alcanzar una vida contemplativa, una vida que le acercara a la verdad. Tomás de Aquino coincidía con él, aunque lo articulaba desde su tradición cristiana y convertía esa verdad en algo divino.
Así que, como ves, ambos entendían que contemplar también era aprender.
Desde el silencio y la observación también nos empapamos de la experiencia, y eso nos lleva a ciertas conclusiones.
Cuando en consulta mandamos autorregistros, también estamos fomentando esa contemplación de la propia conducta. Lo hacemos, eso sí, desde un marco teórico determinado y con unos objetivos concretos.
Pero si volvemos a las bases más orientales del “no hacer nada”, el concepto Ma, por ejemplo, quiere ir más allá de eso. Igual que el Yo Observador. Ambos buscan hacerte plenamente consciente de tus inercias y de todo lo que (te) ocurre.
Sinceramente, no sé si eso es del todo posible, pero entre la persona que no se da cuenta de absolutamente nada de lo que hace y el monje budista… creo que tenemos bastante margen de mejora.
¿Por qué no pruebas a reservarte unos minutos al inicio de la mañana para simplemente no hacer nada? Te pones el temporizador, cierras los ojos y observas lo que ocurre… Sin más.
Tal vez no podamos alejarnos por completo del contenido de nuestra mente, pero sí podemos aprender a discriminar muchas inercias problemáticas
Qué alivio cuando en el antepenúltimo párrafo comienzas reconociendo lo que leyéndote parecía una quimera:" sinceramente, no sé si eso es del todo posible". Si algún día lo descubres no te lo guardes. Compártelo con tus "lunéticos" (combinación de lunáticos y lectores de los lunes).
Me gustaría tus comentarios sobre lo que dice Alan Watts en “Out of your mind” o cualquiera de sus lecciones