He cometido un error.
Os pedí que votaseis el siguiente tema en la edición del pasado lunes, sin tener en cuenta que me tocaba escribir el mismo día de su publicación. Y como la semana que viene no habrá newsletter porque me voy de congreso, vais a tener tiempo de sobra para votar.
El tema de hoy nace de una práctica que utilizo con intención en mis ponencias y eventos importantes. Como en la boda de mi hermana, hace apenas unos días, donde tuve el honor de oficiar la ceremonia.
El humor
Reír, y el humor en general, es intrínsecamente reforzante. Y solo por eso, ya sentimos la tentación de buscarlo. Es decir, nos nace ir tras aquello que nos hace reír porque... da gustito.
Por eso, cuando una conversación grupal empieza a tomar un tono cómico, suele haber un “esfuerzo” colectivo por mantener ese ambiente. Como si el grupo dijera: “Eh, sigamos por aquí, que nos lo estamos pasando bien”.
Sabemos también que una de las claves que ha permitido al ser humano dominar este planeta es su capacidad de colaboración a gran escala. Y dentro de esa colaboración, el humor probablemente juegue un papel central. Une, afloja tensiones, genera pertenencia…
Recuerdo que una vez una crítica de cine me confesó que el único género con el que no se atrevía a escribir era el humor. Lo describía como algo casi espiritual, en el sentido de que resulta dificilísimo entender por qué algo hace gracia o no. Como si el humor fuera más intuitivo que verbal o racional.
Por todo esto, no termino de entender cómo Platón podía criticar el humor y tacharlo de defecto propio de personas “desreguladas”. Qué loco el griego…
Por suerte, Aristóteles era más optimista y consideraba el humor una cualidad deseable en el ser humano, aunque siempre con moderación. Ya intuía que alguna función social debía tener.
Últimamente, ando leyendo a Schopenhauer, y este señala que el humor surge al detectar una incongruencia entre nuestras expectativas y la realidad. Ese choque provoca la risa. Y aunque eso resuena con mi experiencia personal, aún no he logrado ver del todo clara su función evolutiva. Pero vamos, que todo lo que nos aleje un poco de la racionalidad de vez en cuando… me parece bien. 😉
El humor como evitación
Durante la ceremonia, introduje (en parte por petición de mi hermana) varios elementos de alivio cómico. No queríamos una boda excesivamente lacrimógena.
Y en mis ponencias también suelo incluir algún alivio cómico. De hecho, creo que ya le voy pillando cierto “arte” a colocarlos en los momentos justos. Pero…
(Me abro un poco.) Hacer bromas siempre ha sido una estrategia mía para evitar situaciones tensas. Y eso, a veces, me ha alejado de actuar de forma valiosa.
Sostener cierto malestar puede ser muy útil. Por ejemplo, hablar de algo que te molesta de forma directa y seria puede tener mucho más impacto que hacerlo con una broma.
Vale, acepto que las indirectas pueden funcionar con ciertas personas… pero tenemos que estar atentos: el conflicto no suele apetecerle a nadie, y precisamente por eso conviene observarnos con atención.
Por otro lado, a nivel interpersonal (de ti pa’ ti o), dicho de otra forma, lo que te ocurre a nivel interno con tus propias emociones, es posible que construyas un discurso cómico como mecanismo de adaptación ante la vida. A mí me pasa.
Siempre veo el mundo con ojos de cierta comedia y esto puede ser bueno a veces, pero no siempre es así.
Si me lees habitualmente, entiendo que estás aquí buscando romper algunas inercias que te impiden llevar una vida valiosa.
Y mi inercia cómica, que ha sido y es útil muchas veces, me puede impedir contactar con algunas experiencias. Por eso tiendo a echarme un ojo👀 crítico, pero autocompasivo cada vez que recurro a la broma.
Y aunque no cambiaría mi sentido del humor ni mi forma de ver el mundo, reconozco que a veces… toca ponerse serio.
Ahora, cuéntame:
El humor es necesario para la existencia individual y social, es ver de otra forma
Me encanta el tema. En mi vida y en mi trabajo el humor siempre ha sido mi aliado. Cierto que a veces es útil para salir de situaciones incómodas o para evitar ciertos conflictos, pero donde para mí es más “sabroso” y reconfortante es cuando logro reírme de mí misma.