Domingo por la mañana y te preparas para hacer una nueva receta… Bueno, nueva tal vez no sea la palabra correcta, pero de eso podríamos hablar otro día.
No hay reglas, no hay prioridades: puedes cocinar lo que quieras. Además, tienes todos los ingredientes, tanto los conocidos como los que aún están por descubrir.
Lo primero que haces es detenerte un momento y preguntarte: ¿qué sabores te apetecen hoy? Pero, ¿de dónde surge esa respuesta? Probablemente de tu historia; de esos momentos que han quedado marcados en tu memoria.
Finalmente, te decides y eliges...
Libremente
Los valores, al igual que los sabores, se eligen libremente a lo largo de la vida y siempre están disponibles. Son esas cualidades deseadas de tu comportamiento, o dicho de otro modo, son los sabores que más te gustan de tu forma de actuar.
No hay palabras, solo sensaciones. Ya sabes... esos momentos en los que piensas: así sí, así SÍ quiero vivir.
Pero, ¿cómo llegas a esa conclusión? Igual que llegas a esa receta que haces y que a todos les encanta (espero que a ti también 😉).
No necesitas ser un chef para saber con qué recetas te identificas más. Pero, si no te atreves a mezclar sabores, es probable que no llegues a esas conclusiones.
A veces encuentras una cuenta de Instagram que te enseña a hacer una tarta de queso, y la replicas a la perfección, pero... ¿es tu tarta? ¿Se adapta realmente a tus gustos? Rara vez sigo una receta sin hacerle algún pequeño ajuste.
Mientras cocinas
Cuando estás preparando algo nuevo, normalmente lo vas probando a lo largo del proceso. Nunca sabes con certeza cómo de salado o dulce está quedando el plato.
Pero, cuando ya has repetido la receta mil veces, probablemente ajustes los ingredientes casi sin pensarlo. Ojalá fuera igual con los valores; ojalá todos supiéramos siempre dónde encontrar nuestra coherencia.
Porque lo cierto es que la manera en que conectamos con nuestros valores puede cambiar, al igual que la forma en la que cocinas tu plato favorito. No siempre tienes los mismos ingredientes ni las mismas herramientas.
Imagina que tu plato favorito es la tarta de queso, pero desarrollas una intolerancia. Te tocará experimentar y adaptar la receta. De eso se trata:
Saborear, buscar y hacer.
(Repetir)
Son estos tres verbos (o cuatro) los que quiero que se queden grabados en tu mente cuando termines de leer.
Saborear lo que ocurre, tal y como ocurre, sin los juicios de tu mente.
Buscar en tu contexto todo aquello que pueda acercarte a lo que deseas.
Hacer lo que puedas con lo que tienes. No esperes que salga perfecto a la primera.
Y repite tantas veces como sea necesario; tienes toda la vida por delante.
Tu receta y tú, tú y tu receta
Tengo un amigo que hace una tarta de limón buenísima para ocasiones especiales. A mi madre, todo el mundo le pide que haga cuscús. Y la paella de mi padre es probablemente mi plato favorito en todo el planeta. ¡Qué gran lugar, Valencia!
Seguro que tú también conoces a alguien que hace algo espectacular en la cocina. Y si te gusta cocinar, probablemente haya personas que admiren lo que haces.
Pero aquí surge una pregunta: ¿les gusta a ellos lo que cocinan?
A veces te ves atrapado en una receta que todos adoran, pero que tú aborreces. Quizás porque la has hecho demasiadas veces o porque, en realidad, nunca te gustó.
Y si te llevas esto a tu terreno, seguro que entiendes a lo que me refiero. Todos sabemos que algunos valores pueden ser impuestos, y debemos tener cuidado con ellos.
Sea como sea, atrévete a salir de esos márgenes y experimenta con tus propias recetas y sabores. Quién sabe lo que podrías descubrir.
Podcast privado
En el pódcast privado te explico:
Cómo construí esta metáfora y qué tuve en cuenta.
Te enseño cómo la uso para que mis clientes experimenten con sus valores fuera de la consulta.
Otra metáfora para entender el contexto externo en los valores.
Por otro lado, recuerda que el próximo 31 de octubre a las 18:00 PM nos veremos para hablar sobre defusión, valores y lo que me propongáis hasta ese día.
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