Cuando Séneca habló sobre el valor del tiempo, no podía imaginar que hoy la verdadera guerra se libraría por nuestra atención. Cada día, miles de personas luchan por capturar nuestra atención el mayor tiempo posible. Y, donde hay atención, también hay tiempo.
No podemos evitar ser influenciados por el entorno, y por eso creo que debemos preocuparnos por diseñar uno adecuado para nosotros. Si tu contexto es Instagram o X, estás permitiendo que el algoritmo decida qué enseñarte y qué no.
Pero si tu entorno también lo conforma un grupo de personas obsesionadas con la productividad o con tener un cuerpo perfecto, ya te imaginarás qué tipo de influencias recibirás.
Cada gota cuenta
En esta newsletter, a veces os invito a ceder el control y otras a retomarlo. Hoy toca controlar un poco, lo siento…
Pero creo que no debemos despreocuparnos de ciertos aspectos fundamentales de nuestra vida.
Los padres y madres saben que es necesario controlar ciertos aspectos durante la crianza de sus hijos e hijas. No me refiero solo a la alimentación, sino también a los medios a los que están expuestos a medida que crecen.
En nuestro caso, ocurre lo mismo… ¿Te detienes a observar cómo influyen en ti las personas de tu entorno? ¿Y los medios que consumes?
Sabemos cómo algunas redes sociales han contribuido a radicalizar a ciertas personas. No es algo nuevo: recibir solo argumentos que confirman nuestras creencias más profundas aumenta nuestra rumiación y nos lleva a enfadarnos más.
No hay nada más perjudicial que un entorno que simplemente refuerza ideas que parecen tener sentido para nosotros, pero que en realidad no nos convienen.
Pongamos un ejemplo:
Cuanto más tiempo paso con emprendedores y emprendedoras obsesionados con sus proyectos, más fácil me resulta caer en una dinámica de excesivo trabajo.
¿Qué controlar?
No podemos obsesionarnos con controlar cada aspecto de nuestro entorno para que nos afecte exactamente como deseamos. Además, esos criterios pueden cambiar a lo largo de nuestra vida.
Aquí va otro ejemplo:
Imagina a alguien que solía jugar mucho a videojuegos (no estoy hablando de mí) y, al comenzar a trabajar, decide abandonar esa afición.
Ahora piensa que es lo mejor, ya que le permite enfocarse más en su carrera. Así, evita todo lo que pueda recordarle ese pasatiempo.
Sin embargo, el problema surge cuando se da cuenta de que ya no logra desconectar. Antes, esos momentos de ocio le ayudaban a relajarse, y ahora necesita volver a ese contexto para recuperar el equilibrio y los estímulos que antes le hacían bien.
Lo que no cambia tanto son nuestros valores. Por eso, es fundamental asegurarnos de que el contexto en el que nos movemos nos ayuda a cultivarlos.
Un entorno frenético, lleno de caos e improvisación, no me permite cultivar el valor de "construir conscientemente". Por eso siempre intento evitar esos ambientes demasiado volátiles, aunque entiendo que para otras personas la improvisación y la innovación constante pueden ser fuentes de inspiración.
Yo no me siento coherente con ese estilo de vida, pero si es tu caso, tendrás que esforzarte para que tu contexto no solo facilite ese tipo de dinamismo, sino que lo fome
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¡Nos vemos pronto! Un abrazo. :)
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