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Además, estoy pensando en más cosas que añadir si todo va bien, invitados/as, una edición mensual a modo de resumen, algún recurso extra. De momento me estáis dando buen feedback de este proyecto, y uno se viene arriba. 😃
Por otro lado, doy un pequeño parón, con tu permiso, al repaso que estaba dándole a los diferentes procesos de la flexibilidad psicológica.
Hoy tocaba aceptación. Pero creo que hablar del miedo también es congruente, ¿verdad?
También verás que esta edición tiene un podcast asociado y es el que va incluido dentro de la versión premium de mi newsletter. He pensado que sería mejor que tanto usuarios gratuitos, como de pago, reciban la misma newsletter.
No quiero alimentar el drama de la bandeja de entrada infinita.
El miedo
Ay, miedo, ¿qué podría decirte que ya no sepas? Porque está claro que tú, miedo, lo sabes todo. Desafortunadamente, yo no soy capaz de enseñarte a ti que a veces podrías quedarte más callado.
El miedo es una respuesta emocional natural y útil en muchas ocasiones.
El miedo te ha ayudado a no cruzar un paso de cebra en rojo y autorregularte socialmente para evitar algunos conflictos.
El miedo puede venir asociado a muchas cosas, pero autores como Irvin D. Yalom hablan de cuatro miedos existenciales (muerte, libertad, aislamiento existencial y la falta de sentido de la vida).
No hay evidencia absoluta que confirmen estos 4 miedos, pero el existencialismo es una rama del conocimiento y de la filosofía que suele ayudarnos a profundizar en la psique humana. Aunque en terapia sigo procedimientos habituales basados en la evidencia.
Quédate con la parte más sencilla. El miedo es humano y lo tenemos absolutamente todos y todas, pero de diferentes formas.
El miedo y sus reglas
No sé si te acuerdas del experimento de los monos y los plátanos, donde varios monos aprenden que cada vez que alguno de ellos intenta subir por una escalera para alcanzar unos plátanos, a todos se les rocía con un chorro de agua fría. Por eso, cada vez que llega un mono nuevo y va a subir a por los plátanos, el resto le grita para que no lo haga.
Lo interesante del experimento era que, poco a poco, se iban retirando los primeros monos que sí habían recibido la descarga de agua. Al final, ninguno de los monos que gritaba había experimentado las consecuencias de subir por la escalera, pero todos sentían el mismo miedo.
Esto nos pasa a todos y a todas desde que nacemos y nos exponemos al mundo y a los aparentes miedos. Si tu madre suele tener miedo de todo, algo aprenderás tú. Aunque no sea del todo “racional”.
El problema del miedo es que a veces construye reglas basadas en una única experiencia y luego, poco a poco, se va alimentando. Hasta hacer de la evitación una norma, construyendo un cascarón enorme.
El cascarón del miedo
Imagina el miedo como un pequeño león que ruge para pedir comida. Tú, como buena persona que eres, le das un trozo de carne para que se calle.
Poco a poco, esta dinámica se va haciendo más recurrente y el león irá creciendo hasta hacerse un buen bicho. Ahora cuando ruge no te atreves a no darle la carne, porque sabes lo que puede pasar si no lo haces…
Algunos miedos se han ido alimentando casi sin consciencia a lo largo de nuestra vida y eso te ha ido alejando de las posibles experiencias que te demostraban que no había nada que temer.
Recuerdo a una niña con fobia a los perros diciéndome que, incluso los más pequeños, le causaban miedo, aunque sabía que no podían hacerle nada. Cuando le preguntaba el porqué, no era capaz de argumentarlo. Simplemente sentía miedo…
Cuando somos niños nos faltan recursos verbales para justificar nuestros miedos. Pero cuando somos adultos podemos hacer un verdadero parkour mental (justificaciones incesantes para los que no son tan frikis) que justifique la evitación.
Capa a capa vas construyendo el camino habitual de tu vida. Y es como cuando vas de casa al trabajo siempre por la misma ruta, sin cuestionarte que pueda haber una mejor…
Lo que me preocupa del miedo no es lo que sé que me estoy perdiendo por él, sino lo que me estoy perdiendo sin saberlo.
Ya no nos frena el miedo en sí, sino la idea de sentirlo. Y esto deja entrever un gran problema de rigidez psicológica y de evitación experiencial a algo tan natural y humano como es el miedo.
Las sábanas frías en invierno
Para mí, el miedo es como cuando te metes en la cama en invierno y las sábanas aún están frías. Como no quieres experimentar ese frío, te quedas bloqueado o bloqueada en la primera postura que pillas. Así vas calentando esa zona…
El problema viene cuando quieres cambiar de postura, pero eso supone exponerse de nuevo al frío de las sábanas. Y aunque estés experimentando un poco de incomodidad, prefieres esa tensión a sentir de nuevo el frío. Y por eso podrías acabar durmiendo en una mala postura.
Sé que esto es un ejemplo un poco absurdo, pero así funciona nuestra mente, que va añadiendo capas y capas de justificaciones a muchos de nuestros comportamientos. Yo los llamo “pensamientos puente”. Pero esto te lo explico en el pódcast.
Resulta que no haces más que decirte que te da pereza ir al gimnasio o que no tienes tiempo, pero lo que hay detrás es miedo a que te juzguen mientras haces deporte.
Necesitamos contactar con el miedo más profundo para darnos cuenta de que el miedo es sólo miedo. Si no, podríamos estar viendo algunas experiencias más grandes de lo que son. Como cuando pelan a un perro muy peludo:
Sufrimiento = Dolor + Resistencia
Cuando estés dispuesto o dispuesta a experimentar el miedo tal y como es, tal vez descubras lo que hay al fondo de la piscina.
Con esto me despido por ahora, salvo que estés dentro de la suscripción. En ese caso, ¡seguimos en el pódcast!
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