Si te pregunto cómo quieres actuar el resto de tu vida, es probable que busques en tus recuerdos para identificar los momentos en los que te has sentido mejor. Una vez encuentras esos recuerdos, intentas encontrarles explicaciones.
Los valores son cualidades de tu comportamiento deseado y van más allá del trabajo y las pasiones, aunque es evidente que el trabajo puede ser un área donde muchos de nosotros encontramos formas de cultivar nuestros valores.
Soy psicólogo y he encontrado algunas razones para seguir siéndolo que me satisfacen lo suficiente y tienen sentido para mí. Pero, ¿serán esas las verdaderas razones que me han llevado hasta aquí?
A menudo nos decimos cosas como "mi trabajo me apasiona", pero puede haber razones más o menos convenientes que expliquen cómo describes tu relación con el trabajo.
¿Hasta qué punto sirven las razones?
Esto de dar razones puede convertirse en un pozo sin fondo del que nunca salimos, porque una persona con cierta inteligencia podría encontrar fácilmente argumentos para justificar su comportamiento, aunque lo que realmente lo motive sea contrario a sus valores. Permíteme explicarme:
Imagina a alguien que dice trabajar mucho para cuidar a su familia, pero ese mismo trabajo lo aleja de su familia y termina descuidándola. Seguramente esa persona podría encontrar mil argumentos más para protegerse de lo que realmente teme: no ser coherente.
Ahora, llevémoslo a otro ámbito. Imagina a alguien cuyo valor es ser amable con los demás, pero en ciertos contextos es amable para evitar conflictos, aunque eso choque con otro de sus valores, como el de ser genuino.
No te voy a mentir, podría estar hablando de mí mismo en algún momento. Por eso, me esfuerzo para ser un poco más directo.
El problema es que, si nos acostumbramos a justificarnos demasiado, podríamos alejarnos de lo que realmente sentimos. Me parece mucho más útil decir "me gusta X porque sí" y no dejar una nube de palabras a nuestro paso.
Acumular tantas razones en nuestra mochila hace más fácil que nos excusemos y utilicemos un aparente valor como medio de evasión.
Valores impostados
Por otro lado, podemos caer en una trampa muy peligrosa: aferrarnos a valores que realmente no deseamos.
Los valores no se construyen, se descubren. Siempre están ahí y probablemente haya muchas formas de cultivarlos. Si, por ejemplo, has tenido la suerte de encontrar una profesión en la que puedes cultivar alguno de ellos, como es mi caso, me alegra mucho por ti. Pero no fuerces la situación; observa si lo que haces es realmente coherente contigo mismo.
Es fácil que tu entorno te influya en muchas áreas vitales (pareja, casa, hijos, trabajo, economía, etc.) y si a eso le sumas una gran mochila de razones para justificar la evitación de ir a contracorriente, puede que te pases muy buena parte de tu vida sintiendo incongruencia.
La mayoría de las personas a mi alrededor disfruta del ocio nocturno, y en ocasiones me he forzado a participar para intentar disfrutarlo. Sin embargo, prefiero vivir mi vida bajo la luz del sol.
Eso sí, podría considerarse una señal de rigidez el no querer salir de tus límites, y es precisamente por eso que he decidido escribir esta newsletter: para que no nos perdamos en nuestras razones y podamos conectar con lo que realmente sentimos. (Yo ya tengo claro lo que siento si salgo de noche y bajo qué circunstancias estaría dispuesto a hacerlo. 😉)
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