Bueno, hoy sí que sí, vamos con este recorrido que inicié sobre la flexibilidad psicológica. Hablemos hoy sobre la aceptación.
Pero antes, un mensaje de nuestro patrocinador, es decir, yo mismo:
Si formas parte de la suscripción privada, nos vemos el próximo 23 de febrero a las 11:00 para ponernos cara y responder vuestras preguntas, esta será la primera sesión en directo y me servirá para organizar las siguientes. Te mandaré el enlace a la videollamada el mismo día.
Si aún no formas parte, pues ya sabes. 😁
Por otro lado, la semana pasada te mandé un mail para que contestaras una encuesta. Esta encuesta era anónima y se me olvidó comentarlo, por lo que muchas personas me habéis dejado mensajes muy bonitos asumiendo que os reconocería. 😢
Muchas gracias por el feedback tan bueno y por ayudarme a dirigir mejor mi contenido. De hecho, que hoy hable de la aceptación tiene que ver con dicha encuesta. Si aún no lo has hecho, te dejo el enlace aquí:
¿Qué es aceptar?
La aceptación es un proceso consciente que tiene que ver con diferentes comportamientos. Así es, la aceptación también es conducta porque, amigos y amigas, todo es conducta.
Y como todo comportamiento, tendrá que ser analizado desde el contexto en el que se está dando. Por eso, aunque el proceso de aceptación tiene una definición generalizada, el comportamiento de aceptación será descrito de forma independiente por cada persona.
Te pongo un ejemplo: ¿qué es montar en bici?
Toma unos segundos y piensa cómo describirías ese comportamiento…
Ahora va mi descripción:
Montar en bici consiste en meterse un sillín diminuto por el culo y hacer fuerzas con las piernas sobre unos hierros para que se mueva una movida con forma de engranaje. Luego esto moverá una cadena que permitirá que dos ruedas giren y te lleven hacia donde quieres.
Seguro que te esperabas otro tipo de definición… pero esta me parecía más llevadera si me lees tempranito. Así te despierto.
Podemos extendernos muchísimo a la hora de describir el comportamiento de montar en bicicleta, y te aseguro que cada persona lo describirá de una forma, aunque habrá algún que otro punto en común, por supuesto. Creo que todos y todas coincidiremos en lo del sillín.
Según Steven C. Hayes, la aceptación implica abrirse a las experiencias internas, como pensamientos, sentimientos y sensaciones, sin tratar de cambiarlas, evitarlas, suprimirlas o criticarlas. Es el proceso de hacer espacio para estas experiencias, permitiendo que estén presentes y pasen sin involucrarse en luchas internas para controlarlas o eliminarlas. La aceptación no significa resignación o rendirse a las circunstancias, sino reconocer y acoger lo que se está experimentando en el momento presente sin juicio.
Seguramente hayas leído una definición como esta en mil sitios, pero, para mí, lo más importante es el foco en experiencias internas. Porque la aceptación no tiene que ver tanto con las situaciones del tipo “tengo que aceptar que mi trabajo no me gusta”, sino con la apertura a ese “no me gusta”. Es decir, que si siento malestar, voy a tratar de naturalizarlo y abrirme a sentirlo, porque si hay algo “malo”, nunca va a proceder de mi propio cuerpo o mente. Toda experiencia interna se produce como respuesta funcional o adaptativa al contexto, aunque tenga algunas consecuencias a largo plazo que no te interesan. Al aceptar que tu trabajo no te gusta podrás decidir seguir en él o no.
Cuando tienes una conversación intensa con alguien puede que trates de apartar la mirada, aunque eso entorpezca la comunicación. Pero haces eso para tratar de aliviar el malestar que experimentas cuando miras fijamente a los ojos de esa persona. Es decir, tratas de escapar de tu propia experiencia interna y lo estás consiguiendo, pero eso está lejos de ayudarte a mantener una buena conversación.
Antes de seguir:
(Algunas personas me habéis pedido que sean más cortas, por eso os tanteo 😇).
¿El para qué de la aceptación?
Es habitual que en consulta me preguntéis sobre la aceptación y que exista un deseo ferviente de hacerlo. Pero que exista tanto deseo por aceptar, ya me dispara mis alarmas de psicólogo ACT.
¿Para qué querría alguien aceptar con tanta intensidad si no es para dejar de sufrir?
Y esto en sí es una trampa, porque estaríamos negando la propia definición de aceptación. En ACT siempre se dice que cuanto menos lo quieres, más lo tienes, pero como somos muy listos, tratamos de hacer el camino contrario. “Pues si más lo quiero, menos lo tendré.”
Seguro que habéis visto alguna película o serie donde alguien se atreve a pactar con el diablo, a pesar de que absolutamente todo el mundo le dice que siempre sale mal. Pero como el personaje está desesperado, concibe que pueda existir un pequeño porcentaje donde salga victorioso. Spoiler: sale mal.
Con nuestra mente no hay trampa que sirva, da igual que sientas que vas a conseguir ese truquito por fin para alejarte del malestar. El malestar te va a perseguir porque es una respuesta natural y probablemente necesaria en el contexto actual.
Por eso la aceptación nunca va a ser sinónimo de reducir el malestar, pero sí de aumentar la satisfacción que encuentras en tu vida.
Imagina que vives en la playa, que has heredado una casita muy bonita justo al lado del mar. Pero es una casa en la que entra mucha arena, es completamente imposible que en esa casa no entre algo de arena… es lo que tiene una casa en la playa.
Tendrás que decidir entre pasarte las horas barriendo o disfrutar de esa casita que tienes.
“Bueno Darío, pero ¿me como la arena en los espaguetis? ¿Significa esto que tengo que hacer como si nada?"
La aceptación tampoco es negación. Probablemente, tengas que barrer, igual que cuando tienes mucha ansiedad, no puedes de exponerte a situaciones muy estimulantes sin llegar a bloquearte. Buscarás una regulación del contexto pero sin juicios ni castigos hacia esa ansiedad.
Tener arena forma parte de ese contexto, y si no quieres tenerla, tampoco podrás tener esa casa. Pero el problema jamás será la arena.
La aceptación de una emoción no significa conformarse con la situación.
Si al llegar a la casita te das cuenta de que un día de viento no podrás comer en el porche, tendrás que asumir que tocará almorzar dentro, a no ser que quieras una sopa crujiente. ¿Pero cómo va a ser el problema la arena? Estás en la playa, tiene que haber arena. ¿Cómo vas a enfadarte con ella?
Por eso, nunca va a haber nada malo dentro de ti, todas tus experiencias internas son válidas. Sean pensamientos como “¿y si le doy una patada a ese carrito?” O la sensación de “me voy a morir en este momento”, nunca deberían suponer un problema en sí mismos. Ahora bien, si nos enredamos con ellos, puede que sí desarrollemos un problema.
Tener un pensamiento no es lo mismo que desarrollar un pensamiento.
Pero esto lo hablaremos cuando toquemos la defusión.
Para aceptar necesitas cierta predisposición a que esos eventos privados aparezcan, tenemos que recordarnos que no sólo es probable que vuelvan a aparecer, sino que forman parte de la persona que soy (aunque no te definan) y por evitarlos podría estar alejándome cada vez más de la persona que quiero ser.
Te pongo un video que representa la apertura y predisposición:
En el pódcast os contaré algunos ejemplos para acercarnos a la aceptación y cómo la trabajo en mis propias carnes.
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